Playa Cocalito de Tambor de Puntarenas Costa rica
La verdad es que no acabo de enterarme de la división territorial de Costa Rica. Posiblemente Playa Cocalito no pertenezca a Tambor, en realidad está más bien debajo de La Abuela, pero qué es La Abuela. En realidad lo que yo allí veo es un conjunto desperdigado de casas que no se si tienen alguna entidad.
Dejemos esto.
Que mi reloj biológico ha cambiado es una cosa segura, pero hay otro reloj que no se qué puñetas es del que no consigo desprenderme y es el de los domingos. Veo a la gente pasar con sus ropas de ir a misa y otros que se que como mínimo no trabajan. Para mí todos los días debían ser iguales, pero lo asocio con el resto de la gente y pienso que algo diferente debía hacer.
Ayer con mi manía de descubrir cosas pensé en Playa Cocalito. Vanessa no tenía muy claro el camino a seguir a partir de Tangomar, pero no tardo mucho en llamar a Miguel. En media hora estoy ahí, le contestó, pero las medias horas ticas pueden ser eternas. Apareció al par de horas y para entonces ya se había apuntado Álvaro y ya éramos tres, pero andando, nos dicen de recoger a la macha y ya éramos cuatro.
Seguimos con el carro hasta donde ya es imposible para un vehículo a motor, pero no solo para estos, ni siquiera para animales, de hecho hay otra trocha por donde van a caballo.
Hasta llegar a donde se ve vista del mar, no hay problemas, pero para bajar a la Quebrada del Chorro, hay que hacerlo por un camino de rocas algunas de las mismas hay que, más bien, escalarlas. Llegamos hasta el riachuelo.
Pensando en que el camino no era el más adecuado para las típicas sandalias, me puse mis botas, unas figueres, que en su día fueron las usadas por los campesinos y su nombre algo tiene que ver con que las suministró un presidente, Figueres, al ejército, que iba descalzo. Hice bien porque el camino ya cerca de la playa, era pura roca por las que había que trepar y subir. También pasé el riachuelo del Chorro con ellas puestas porque las piedras que forman su lecho, estaban llenas de verdín.
Primer contratiempo: Las olas rompían con fuerza sobre una parte del sendero y ya alguien no quería pasar. El segundo es que estábamos en plena marea alta y el paso por Las Playitas, como mínimo nos iban a poner chorreando, así que este fue el final del trayecto. Playa Cocalito la vimos, en realidad, estuvimos a unos metros, pero en realidad no la pisamos. Volveré.
El camino de vuelta, como es de suponer, el mismo, solo que esta vez subiendo.
Carro y a Tambor.
Va en aumento el número de playa de difícil acceso que conozco. Buena señal para mi mente.
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