Me quejo del estado de las carreteras de esta zona, pero hablando con los viejos del lugar me doy cuenta de que demasiado a prisa ha ido el desarrollo y a la vez el deterioro de la misma, en especial a lo que a deforestación se refiere.
Los primeros días de mi estancia en Tambor, mi reloj biológico, no fácil de cambiar, me tenia descontrolado el sueño, y durante mis vigilias, una señal horaria que no me fallaba era la del paso de Lorenzo subido en su caballo camino del potrero en que pastaba su ganado. Paso lento el del animal, pero el ruido de sus cascos sobre el asfalto eran de una cadencia agradable. Prisas, ninguna. Asomaban las primeras luces del día.
Lorenzo todas las tardes va a dar su paseo a la playa, pero es raro que se acerque por la mesa de mi tertulia. No le debo de aportar mucha confianza, al fin y al cabo no dejo de ser un extranjero y no es extraño que me asocie con los que se han apoderado de estas tierras cambiándole el trayecto lógico a la naturaleza, y a ellos sus usos y costumbres. Poco a poco lo va haciendo y con la complicidad de German, le vamos sacando como era Tambor hasta lo que el conoce.
¿Carreteras?, los únicos caminos eran los del ganado y el transporte, al que el sigue fiel, el del caballo. No concibe que para desplazarse cien metros, la gente use el carro; ellos caminaban días enteros. No olvidemos la carreta.
La única comunicación con la civilización, era una lancha que no me queda claro, si primero atracaba en el estero de Pochote y posterior fue el muelle de Tambor. La lancha de la imagen debió de ser posterior o había de varias clases, porque no me imagino a los chanchos en esta, en la descripción que el me hizo de cómo los subían a ella. Tampoco a las vacas que tenían que cruzar el rio Pánica, para hacerlo desde un embarcadero en Pochote y del que aun quedan restos.
Curiosamente en Tambor había banco (aún se conserva el edificio). No pretendo hacer historia, pero estoy convencido de que este pueblo era el centro neurálgico del sur de la Península de Nicoya.
El gerente del banco era Eduardo. Nada que ver con Lorenzo. Habla de aquellos tiempos atropelladamente y mezclando los temas, por lo que es complicado hacer que concrete cosas. También es verdad que es difícil que aparezca por la playa. De cómo el banco tenía que marcar las reses, aparte de la marca del ganadero, de cómo con un soplete intentaron forzar la caja fuerte, los caminos que tenían que recorrer para llegar a sus clientes atravesando ríos por encima de un palo, son algunas de las cosas que anoté. Ha prometido enseñarme fotos, pero eso de que me las traiga para escanearlas, parece que no lo ve tan claro. Otros me han dicho que llevaba un fajo de billetes en el bolsillo y en el bar hacia las transacciones a sus clientes.
¿Alumbrado eléctrico? Si lo había. Había tres generadores, uno en el banco, otro en la pulpería y el tercero no recuerdo. A las diez de la noche los apagaban.
Ambos coinciden en haber visto aterrizar avionetas en la playa.
Nada que ver con el Tambor actual, pero también es verdad que si lo comparamos con otros lugares de Costa Rica en los que el turismo salvaje hizo verdaderos destrozos, estoy en un lugar privilegiado. Mucho se han endurecido las leyes últimamente, pero hay daños irreparables.
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