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Viaje a Esparza. Mi visita al psiquiatra


Puñeteras neuronas, cada vez las entiendo menos.
Cada vez me encontraba peor, así que era la hora de decidirse a ir a un psiquiatra. Ir a San José me daba pavor, en internet aparece uno en Puntarenas pero en su anuncio solo hace hincapié en las drogadicciones y alguien me dice que a Esparza viene uno, me imagino que de San José, una vez al mes, y que le toca el sábado así que ya me decido a pedir número. Podíamos habernos ido en el ferry de las nueve, pero precisamente a esa hora me da la cita.



Madrugón para coger el de las cinco y media. Amanecer en el golfo, pájaros en un camaronero y la policía que lleva a dos elementos que cosa extraña no los conozco.
Directamente al banco porque no llevábamos ni cinco, hablamos de coger el autobús, pero al final nos lleva el mismo taxi.


Nos sobra tiempo así que a desayunar, yo no, porque aquello era un almuerzo, y a dar una vuelta por la ciudad.


Sobre la nueve menos cuarto, nos vamos a la clínica y después de esperar no sé cuánto, nos dicen que el Dr. se encuentra en un atasco y que llegara sobre las diez. Por lo pronto se jodió coger el ferry de las once.
Por fin llega y subo con él a su consulta. No sé por qué aquí todos los médicos se empeñan en escribir a mano todo tu historial clínico. Voy amarrando detalles y parece que sabe de psiquiatría. Cuando me dice que hay un antidepresivo que lo que da es hiperactividad, pero que tiene el inconveniente de que da ansiedad, le digo que ese es el mío y ahí queda la cosa. Ni me llamas para ver el resultado ni nada que se le parezca.
Vuelta a Puntarenas y a esperar hasta las dos que sale el próximo ferry. Comemos en el Pollazo y mis acompañantes, como todo el mundo que va a “la capital” de compras.



Vuelta y aun me da tiempo a ir a mi playa.
Lo que decía al principio de las neuronas: Ni he tenido ansiedad, ni me he cansado, ni nada de nada. Y yo que creí que me tendrían que llevar en camilla.

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