La mujer con más redaños. Vivir y dejar vivir
Cuando me propuse presentarle cara a mi depresión, empezaba el día bañándome en la piscina con temperatura ambiente que rondaba los cero grados. Me creía la persona con más fuerza de voluntad para conseguir algo, pero he descubierto aquello de Y cuando el rostro volvió, halló la respuesta, viendo que iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó. Los hay con más.
Llevo unos escritos que no hago más que quejarme de la mala racha psíquica que estoy pasando. Quizá lo más desesperante es no poderle poner nombre ni los galenos que me han visto sepan ponérselo, pero puede que lo peor de todo es que estando convencido de que el cuerpo es una maquina, que aunque no perfecta, tiene los suficientes recursos para su propia curación, no hago nada por buscarlos y mucho menos activarlos (como hacía en el agua helada de la piscina), me he ido a la ley del mínimo esfuerzo diciéndome: Ya se activarán ellos solos (los recursos).
Pues bien, el otro sabio en este caso es María. Estoy convencido que desde muy joven, hizo su propia religión: el dar todo por los suyos, sin pensar lo más mínimo en ella. Han pasado los años y su cuerpo y su mente lo han pagado, pero al igual que hay judíos ortodoxos o islamistas mártires, es muy difícil sacarla de lo que para ella ha sido el fin último de su vida.
Si yo estoy convencido de que el cuerpo es una maquina cuasi perfecta que tiene los suficientes recursos para su propia curación, María lo lleva al extremo. Yo recurro a las drogas (medicinas) para intentar salir de mis achaques, pero ella ni eso. No cree en absoluto en ellas y su defensa es tirar hacia adelante, un tirar hacia adelante que le puede jugar una mala pasada.
La he visto agotada, y no sé de qué parte de su cuerpo saca fuerzas para continuar.
Debía ser ley de vida que ahora sean los demás los que le devuelvan parte de lo que ella ha dado por los otros, pero no, está convencida de que mientras le quede un halito de vida, es misión suya cuidar de los demás.
La verdad sea dicha, que son muchas las veces que le tengo envidia en ese tirar hacia adelante, pero rápidamente me sale mi yo egoísta y pienso que no, que estoy en el declive de mi vida, y si no pienso en que los demás hagan algo por mí, al menos que me dejen acabar mis días sin más problemas que los que los que me surjan a mí, que curiosamente en esta última época no son pocos. No todo lo que hemos hecho hasta ahora habrá sido bueno, pero estoy persuadido que en esta cuenta atrás, si no ser felices, al menos tenemos la obligación de intentarlo.
Hay veces que pienso que María se está acercando a mi mundo, pero en su cerebro tiene bien arraigado lo que para ella es todo lo contrario del egoísmo y cuando menos me lo espero, se me escapa igual que ave que tiene abrigar a sus polluelos.
Se perfectamente que ambos nos necesitamos (al menos yo a ella). También tengo la impresión de que ella junto a mi está viviendo una experiencia muy bonita y que desea que continúe, pero por otra parte, temo que ese no saber cortar el cordón umbilical que le une a su mundo anterior tenga un desenlace que nos pueda perjudicar y bastante.
Cuando hablamos de volver a Costa Rica, veo claramente sus dos yos. Uno lo ansía, pero el otro se ve a diez o doce mil kilómetros de sus polluelos, y que pasaría si uno de ellos tiene algún problema y ella no está cerca para arroparlo.
En esta mala racha que estoy pasando, se que desearía absorber mis males, ante la seguridad de que con su fortaleza, ella los soportaría y disfrutaría viéndome a mi feliz.
Estoy seguro de no haberte transmitido lo que siento por ti, pero me conformaría que entendieras, que los dos, solos, sin que ello implique que nos olvidemos de los demás, haríamos una piña perfecta.
Piensa que incluso se puede dar el caso que esas personas a las que tú tanto quieres cuidar, estén perfectamente capacitados para volar solos (si nosotros fuimos capaces, ¿ellos por qué no?), que quieran vivir su propia vida y que tú seas un incordio para que lo consigan.
¡Por favor! Piensa más en ti. En nosotros.
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