El día que nació Paula…
… A la hora que ella nació, yo me encontraba en el muelle. Llegaban las pangas con buenas pesqueras de dorado, cosa que no se estaba dando últimamente, Mariano me regaló, ya fileteado, medio, con lo cual tenía asegurada vianda para más de una semana; Carlos preparó la comida y aparte del filete del dorado, comimos unas huevas y la acabamos con un exquisito café de este país que dicen que es de los mejores.
Alguien me pregunta por la computadora si estaba aquí, y mi cabeza se me va rápidamente al clavo: Ha nacido Paula, me dije, y así fue. Todo había ido bien.
Debo de estar demasiado viejo, porque sentí una extraña alegría que no recuerdo haberla sentido con mis otros nietos. Quizás el trabajo me tenía sorbido el seso. Al verla en la primera imagen, me pareció una niña bonita, ¡a mí!, que siempre había dicho que todos los niños cuando nacían eran feos.
Después pienso: En malos momentos vienes, pero me dije: NO. Precisamente ella recogerá los frutos que otros han sembrado, y si lo pienso bien las cosas no están tan mal. Ella ha nacido en un hospital, cosa que los di mi generación no pudimos, entre otras cosas porque no había hospitales (al menos en mi pueblo), a pesar de estar a diez o doce mil kilómetros de distancia, he visto su imagen en cuestión de segundos… Y paro. No todo va a ser malo.
Precisamente, y puede que por haber nacido por aquellos pagos, me he acordado de…
Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había.
Y aunque me encuentre en la otra parte del mundo, y dando por seguro que cuando ella pueda hacerlo (¿Qué máquina utilizará?, porque las computadoras serán las herramientas que utilizaban sus abuelos), podrá interpretar los signos de por aquí. Le pongo las imágenes de lo que hoy vi.
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