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Estoy hasta el gorro (Más bien de otras cosas)


La única diferencia entre un loco y yo es que yo no estoy loco, más bien creo que en este sistema, están haciendo perder la cabeza a la gente y nadie se da cuenta. Las putadas que nos hacen, se ven como normales cuando no lo son.
Noche cumplí a rajatabla, lo que me indico el anestesista: Me puse la barriga una inyección de Heparina, cena ligera a las nueve, a las diez enema y a las once dos pastillas de Ceprandal. ¡Ah!, también me duche, porque me lo decían las instrucciones (Recuerdo que el resto de los europeos nos tomaban por guarros, y ahora es el Servicio Andaluz de Salud)
Me levanto a las seis, no bebo ni gota de agua, mucho menos desayunar, y a las ocho en punto estoy en recepción del hospital. Me marcan como si de un borrego se tratara, me mandan a una sala de espera, donde estarían unas veinte personas, las van llamando a todas y quedo solo. Pienso que al igual que la segunda vez que me operaron, no quedarían camas. Cuando ya creí ni me iban a llamar, baja uno de los que también esperaba para urología, y que ya lo habían hecho subir, y me dice que suba a la cuarta porque hoy no operan a nadie.
Subo, me dicen que me pase por secretaria, la que sale me dice como muy extrañada que si el medico no había hablado conmigo, le digo que no, me dice que espere, y al rato sale el médico y me explica que esta noche habían tenido un trasplante de riñón y de que hoy no me operan. Cuatro camas vacías.
Me pregunto: ¿es que no hay más quirófanos?, ¿es que no hay más cirujanos? Ellos lo llevan y ellos lo entienden. El médico me dice que vuelva el lunes, lo corrige la secretaria y me dice que el martes, y una aventura para que me den las medicinas que me tengo que aplicar el día antes.
Iba muy tranquilo y con el cuerpo hecho a que hoy acabaría, y se prolonga la agonía otra semana más.
Lo dicho estoy hasta los cojones de la Seguridad Social, de la Justicia y de este país. En África pasan hambre pero al menos siempre están con la sonrisa en la boca.
Al menos espero que al pobre hombre que le han trasplantado el riñón le haya ido bien.


La puntilla: Cuando salía me encuentro con Erika, la cardióloga de planta que tanto cuidó a María y que tanta amistad hicieron. Nos damos un par de besos y me dice que nadie en la planta comprendía el por qué tuvo ese final. ¡Peor me lo has puesto hijita!

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