De análisis clínicos y otras gaitas en Puntarenas
Me he vuelto de la playa, quería aguantar la lluvia hasta donde pudiera, pero ya me parecía estar haciendo el canelo, me pongo delante de este bodrio que en su día fue un ordenador, o una computadora, a ver si sigo alimentando mi pobre blog que es el que paga el pato de mis cabreos. Si algo sale, me imagino será un relato de humor black (por aquí el que no sabe algo de gringo es que es tonto).
Comienzo el tratamiento que me manda mi medico cirujano, tres píldoras por la noche y una por la mañana, pasan algunos días y voy notando que mi cansancio va en un aumento exagerado. Lo llamo, mejor dicho lo llaman, y se lo dicen, a lo que me recomienda que deje de tomar la pastilla equis durante una semana, pero que después retome la ingesta de la misma. Le hago caso y ya al despertarme iba arrastrándome por el suelo hasta el sitio del desayuno. Mis pobres piernas ya no aguantaban el peso de mi cuerpo.
He de explicar que aquí te dan las medicinas en la farmacia, no por cajas, sino por las que pidas. Deme, o regáleme, tres aspirinas, no una caja de aspirinas, cosa que me parece muy bien, pero en mi caso venían cajas completas y en ninguna de ellas un dichoso prospecto, de esos que algunos/as se leen de punta a rabo y que yo nunca les he hecho puto caso. Dicho de otro modo, no sabia de que coño me estaba tratando mi doctor (esa es otra, aquí no hay médicos, hay doctores). Se me ocurre mirar en internet, y me doy cuenta de que me esta tratando de una depresión severa. Es tal el cabreo que cojo que a poco mas llegan las medicinas al río Pánica.
¡Vamos!, que un medico cirujano, me trate de una depresión no es una cosa que me quede muy clara.
Helena me convence de que con un buen masaje, oxigenaría la sangre, y expulsaría los fármacos que me estaban agotando hasta lo indecible. También me llevan a un fisioterapeuta que aparece cada quince días por Cóbano y que me va a dejar mi zona lumbar izquierda más derecha que una vela (cuando me viene una, me vienen todas). Me pone una especie de almohadilla en la zona dañada y mientras me suelta unas descargas eléctricas, me da una lección de autoayuda: Todas las medicinas que haya en una farmacia, las tenemos nosotros en el cerebro, me viene a decir. Pienso inmediatamente en un libro que me han regalado: Tu salud en los nuevos tiempos, y me digo este tío se lo acaba de leer. Eso si, sigo hecho una alcayata (mi quiropráctico, el escocés de Santa Teresa, debe de estar en los juegos olímpicos porque no hay forma de que conteste al teléfono).
Pienso que la farmacia de mi cerebro debe de estar mas vacía que la de los habitantes de Uganda, y decido ir a ver a otro medico en Paquera. Cuando leo en la puerta medico cirujano, me digo ya la hemos jodido, así que solo entrar le digo: Seguro que no tengo depresión, y a partir de ahí le cuento lo de mi cansancio y mi desgana con la comida. Me manda a la farmacia y me dice que vuelva con un suero y una dosis de vitaminas que él mismo mezcla y me inyecta. También me manda unas píldoras de un complejo vitamínico a tomar todos los días, y lo del suero cada tres días tengo que ir por su consulta a ponérmelo. También me insiste en que debo de ir a Puntarenas a hacerme unos análisis, porque esta actuando a ciegas. Iba a ir ayer, pero el viaje se fastidio así que fui hoy.
Alarma a las cuatro y media y a las cinco en marcha para coger el ferry. Estos bichos no tienen ni proa ni popa, los vehículos entran en una posición y cuando atracan están en orden de salida, pero hoy al salir, da marcha atrás y digamos va todo el trayecto con lo que hubiera sido la popa, pero no solo eso, sino que va con unas vibraciones anormales. Los asientos de cubierta son de duelas de madera de esas que no sabes donde coño poner los isquiones, porque si los pones sobre la madera propiamente dicha, te duelen a joderla, y si los colocas en los huecos, las aristas se te clavan en la carne como si fueran cuchillas, pero conforme transcurría el viaje mi lumbalgia iba en aumento.
Estos Barceló, son más agarrados que la hostia, al menos se los podían poner de plástico como al último ferry que han puesto en servicio y que gracias a dios fue el que me tocó a la vuelta.
A la salida de Tambor, compruebo que los días se van acortando y me dije: al menos veré una bonita salida de sol. No podía ser menos, mañana tenebrosa tipo Londres. O ¿es que a mi me lo parecería?
Llegada a Puntarenas y observo no quedaban taxis, o si quedaba uno con tres personas dentro y nos dice que subamos que también cabemos. ¡Claro que si! Parecíamos un tren de la India, pero o lo tomas o lo dejas.
Directos a la clínica de los análisis. Orino en el típico tarrito, me sacan sangre y me doy cuenta que deben de ganar un pastón, porque al darse cuenta de que soy español me dice que en las próximas vacaciones piensa visitar la Alhambra y de paso me cuenta sus viajes a Francia y a Grecia (los griegos al parecer no le hicieron mucha gracia).
Creía había acabado, cuando me preguntan que donde traía las heces. La cabeza la tengo jodida, esta fulana me esta pidiendo mi mierda. La verdad es que ni había leído lo que me pedía el medico/cirujano de Paquera. Le vine a decir que la llevaba dentro a lo que me contesto, dese una vuelta y cuando tenga ganas, lo hace en un bar. Quiere usted callar mujer, lo hago aquí, para lo que me da dos extraños tarritos. En mis tropecientos años de vida jamás me han hecho un análisis de mis excrementos. Al menos que yo sepa. Que cada cual piense como lo haría el/ella para que tal asquerosidad vaya al tarrito.
Y el electrocardiograma, ¿Dónde lo hacen?
Coja usted u taxi, que lo lleva hasta… allí coge un autobús… y sigue.
¿No me joda que en toda Puntarenas no hay donde hacerse un electro?
Pues no…
Taxi y directo a Barranca.
El hospital, aunque pequeño tenía buena apariencia. Tía estúpida que me lee la cartilla como si fuera un memo. Bájese las medias, se quita la faja y todo lo que tenga metal, así sean monedas o cualquier otro tipo…
Pare, pare, ¿prefiere que me quede en calzoncillos?
No, haga lo que le estoy diciendo.
Acabo el electro y me pasan a hacerme una radiografía de tórax. Aquí el tío es más amable.
El chequeo no ha podido ser más exhaustivo. Y lo bueno es que he sobrevivido.
Vuelta a Puntarenas y lo primero es sentarnos y tomarnos un café. Andamos y bastante, a preguntar por un sitio que me habían dicho que arreglaban máquinas fotográficas (no acaba de gustarme el dichoso smartphone nokia 800) y también sobrevivo. Algo de rollo deben tener mis neuronas. Eso si, no existe sitio que reparen maquinas, para eso tengo que ir a San José. Ya me lo decía mí medico/cirujano de Paquera: Vivimos en el culo del mundo (no exactamente así), aunque cosa curiosa, la Península de Nicoya, es el sitio de mayor esperanza de vida del planeta.
En el Golfo de Nicoya que siempre algo encuentro algo que fotografiar, solo se me ocurre tomar una imagen de un pajarraco que hay por aquí al que todo el mundo le tiene manía (picotea las frutas y se come los huevos de otros nidos.
Ya en Paquera paramos a coger unos ceviches y este puto pavo, me atacó sin ningún complejo.
Podría seguir contando, pero paro aquí.
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