Concurso de pesca en Playa Cedros de Montezuma
Hay cosas que me siguen cabreando y una es que me recuerden que es domingo, como día que hay que hacer algo fuera de lo común. También es verdad que no todo el mundo dispone de la libertad de que yo gozo.
Solo despertarme por la mañana, ya me estaban diciendo de ir a un concurso de pesca a no sé dónde, y basta que me programen algo para que mi mente lo rechace, pero también tengo comprobado que la mente es muy hija de puta y poco a poco arrastra a mi cuerpo a ir. El carro lo vamos a arreglar de chapas y está sin capota y solo con los asientos delantero y cuando me dicen de colocar uno trasero sospecho que viene alguien más. Viene Cinia que inmediatamente me doy cuenta que ha sido la instigadora.
En realidad no teníamos que entrar en Montezuma, pero lo hicimos. Sigo pensando que el mundo no es lo que era. Es uno de los pocos refugios hippy que en el mundo son y no veo ni con mucho el ambiente que he visto otras veces. Unas pocas de mesas con abalorios típicos de las personas de este movimiento fallido. Al igual que todos.
Si vi a este personaje que había fotografiado varias veces en Cóbano y que sabía residía aquí, y parecía estar en su casa, porque dormía.
Continuamos y aproximadamente a mitad de camino a Cabuya, veo un letreo en el que indica Concurso de Pesca. Bajamos por el camino y llegamos a Playa Cedros. No es la primera vez que estoy en la misma, pero por otro camino. La playa es bastante extensa.
Cantidad de carros, pero nada de aparcar en batería. Te pones impidiéndole a otro que pueda maniobrar, que ya vendrá a buscarte. No habrá pelea, encima quedaras muy amigo del que jodiste.
Gente había por todas partes, comiendo, pero en especial jalando cerveza. Yo me como un pollo asado que habíamos comprado en Cóbano por lo que pudiera pasar, pero en realidad allí habían plantado un chiringuito que aparte de la Imperial vendían comidas.
Veía pocos pescadores, pero me dicen que están esperando a que suba la marea para que piquen. Lo de las mareas y la luna para que pique el pescado, por aquí, es palabra de dios.
Me voy al roquedo donde hay varios pescando, eso sí, con su carrete, aunque alrededor de donde van a dar los premios, se ven muchas cañas (cañitas). Parece que el concurso había empezado a horas muy tempranas, y las buenas pesqueras ya se habían hecho.
También me voy a recorrer la playa y veo un sitio en especial que no me trae buenos recuerdos, así que me vuelvo y me uno al grupo. Aquí es donde veo que mi masa encefálica esta todavía con diarrea. Tengo que reconocer que, si no todos, en especial los más veteranos les encantan hablar con una ironía que ni siquiera llega al sarcasmo, y lo mío que siempre ha sido el humor inglés, hay momentos que pienso en seguirles el rollo, pero opto por callarme. No es cuestión de tener encima unas cervezas de más, recuerdo perfectamente que cuando llegue por primera vez, me encantaba liarlos con esas frases de doble sentido, pero por la causa que sea mi seso no acaba de levantar vuelo.
Tocan una campana avisando que el concurso había acabado y reparto de premios. No eran de mucho valor, pero yo creo que hay para todos los concursantes. Esperaba fotografiar la pieza más grande, pero me dicen que ya se la habían comido, la pesan, la registran y a seguir.
Curioso, uno de los que se llevó varios premios y al parecer muy conocido, fue Paolo.
Habíamos hecho grupo con Ivania de Cóbano y con Javier, un nicaragüense que esta de recepcionista en Tangomar y con nosotros se vienen. Vuelvo a repetir que en la parte trasera solo iba un asiento y sin capota.
Alguien dice de comer algo en Montezuma y así lo hacemos. Ahora si estoy seguro, un domingo por la noche y el poco ambiente que había me hace ver claro que la crisis también ha llegado, pero a la vez medito que esa palabra, por aquí, o es tabú, o la desconocen. Lo comento con Ivania y me dice que sí, e incluso que la notan, pero que se gana con estar quejándose.
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